martes, 27 de septiembre de 2011

Dejando atrás Yupiyogur


Seguimos avanzando hacia el Norte por los fiordos del Este. Es una zona que pensábamos pasar de largo ya que en todos los sitios te dicen que no hay nada que ver y en cada cruce que nos da la opción de acortar por una carretera de montaña, o seguir la que va paralela a la costa recortando el fiordo, elegimos la segunda opción.
Aquí hemos visto pocas o ninguna barca, y nos pareció extraño siendo un país con tanta costa. En un pueblo de nombre impronunciable pero que bautizamos como Yupiyogur, vimos el primer pequeño puerto con una pequeña flota. Quizá por eso nos gustó tanto, pero como todavía era temprano lo dejamos atrás, muy a nuestro pesar y continuamos la carretera de los Fiordos. Hoy la idea es llegar a uno de los pueblos más habitados de esta zona, Eglisstadir, pero parando cada poco con estas luces que estamos viendo, va a ser complicado. Efectivamente, el siguiente pueblo en el siguiente fiordo nos atrapa. Nada más entrar encontramos un pequeño hotel, cuco, todo de madera de Finlandia y allí nos quedamos. En este país no hay casi árboles, y la madera que usan es importada en su mayoría. Para cenar nos tuvimos que ir a una cabaña en la montaña, al restaurante Margrett, donde una alemana y su hija se han montado un coqueto hotel restaurante con unas vistas al fiordo más que impresionantes. El restaurante es un salón y una cocina, como si estuvieras en una casa cualquiera. Dentro, la alemana con su mandil prepara los platos. Delante de nosotros, una tarta de manzana enorme y apetitosa nos pone ojillos, y le tuvimos que dar un tiento. Qué delicia!.



Por la mañana, paseo por el puerto, y en ruta otra vez, pasando uno a uno el resto de fiordo. Por casualidad a unos 15 km o poco más desde nuestra salida, entramos en el siguiente pueblo y vemos una iglesia de tejado de chapa azul, más que fotogénica. Subimos esperando ver una iglesia y encontramos un hostel. Fue iglesia hasta hace poco pero ahora se ha dado al turismo. Estuvimos a un pelo que quedarnos y pasar allí todo el día. El salón conservaba el púlpito original, y el piso de arriba, donde iría el coro, ahora es donde se sitúan las camas.



Nos sobreponemos a esta pequeña crisis y seguimos como sin querernos ir de aquí, por una carretera de montaña plagada de cascadas a Eglisstadir, pueblo que no tiene ningún atractivo. Compramos unos víveres y seguimos la marcha hacia las tierras altas. Poco a poco la carretera va cogiendo altura, las ovejas siguen apareciendo por todas partes, la escasa vegetación se va haciendo más pobre, y casi sin darte cuenta te ves rodeado de lava negra, y cráteres, en un paisaje como de película apocalíptica. Casi todo es negro y solo destaca los palotes amarillos q marcan los límites de la carretera.



El Sol no nos ha dejado en todo el día, y la luz del atardecer por aquí, entre volcanes es impresionante. Cada pocos kilómetros nos tenemos que ir parando para ver, respirar este aire, y tomar unas fotos para poder resfrescar esto que vemos cada poco. Es impresionante y chocante como en un día de viaje puedes ver en estas tierras paisajes tan diferentes, tan puros y singulares, que hacen que tengas la impresión de haber estado en varios países en un mismo día. Pero están todos juntos en este pequeño país.


Al fondo vemos unas grandes columnas de vapor, que nos indica que estamos llegando a la zona con actividad volcánica del lago Myvatn o lago de las moscas. Hoy el cielo ha estado despejado todo el día, lo que nos daba esperanzas de poder ver auroras ya que el nivel de hoy era de 4 (a partir de 2 ya es fácil verlas), pero a medida que avanza la tarde el cielo se va tapando. Veremos que pasa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario