lunes, 3 de octubre de 2011

De Budir a Reykjavik

La noche fue como el día: gris y lluviosa sin tregua. Amanecemos y todo sigue igual. Desde los ventanales del salón donde desayunamos la cosa pinta fea. Recogemos, pagamos y nos vamos al coche para salir a la capital pq no hay más que hacer por aquí. Pero en el último momento se ve en el horizonte un pequeño claro de esperanza.



Una chica del hotel, casi la única amable, nos da unas pistas de qué ver por la zona y nos desaconseja intentar subir al volcán. No se va a ver nada y además es peligroso en este tiempo. A cambio nos convence para acercarnos a Malariff, a una playa de piedras volcánicas redondeadas por el mar, y otros puntos que nos parecieron atractivos.



Deshacemos lo recorrido ayer, que con tanta niebla vimos poco, y volvemos a la zona de Malariff. Además de lo bonito que está el mar bravo, y de sus piedras redondeadas, quedan los restos del Epine, barco que se hundió en esta bahía en marzo del 1948, y donde murieron 14 de sus integrantes. Un cartel explica lo ocurrido y pide por favor que dejes los restos como te los has encontrado. Lo cierto es que el paisaje es sobrecogedor. El ruido del mar no se puede explicar. Hay que estar allí.

A nuestras espaldas las nubes que cubren el volcán se van retirando dejando ver durante unos minutos su cumbre. Nos hizo ilusión verlo, aunque sea parcialmente. Ya pensábamos que nos íbamos de vacío.

Hoy el día se estaba portando. Este paisaje volcánico parece otro con un poco de sol. Todo lo que ves son cráteres, volcanes, ríos de lava, cuevas, y grietas. Hoy en color.

El día sigue estando entre nubes y claros. Unos cuantos kilómetros más alante, entre este río de lava continuo, llegamos a Hellnar, un pequeño y bonito pueblo pesquero. En este pueblo nació y vivió una mujer llamada Gudridur Thorbjarnardottir, y según cuentan, fue la primera mujer en llegar a América, allá por el año 1000. Tuvo un hijo considerado como el primer niño de origen eurpeo nacido en América. Según cuentan los mismos, Colón viajó a Islandia para aprender de las historias que contaban los vikingos acerca de sus viajes a América. Se sorprendió al comprobar que una mujer estaba enterrada entre los ilustres marineros de este país.


El día sigue soleado aunque muy ventoso. El viaje parece que será duro. A medida que avanzamos la luz no deja de ser espectacular. Ya se va viendo más humanización que en el resto de carreteras. El tráfico ya es más notable.


Ya vemos al fondo Reykjavik al que tenemos que acceder por un túnel de peaje de 5 km que se encuentra bajo el mar. La carretera va ganando carriles hasta parecerse a la entrada a cualquier capital. Nosotros después de tanta granja y tanto ambiente rural, no estamos acostumbrados a tanto jaleo. Casi sin darnos cuenta estamos ya en el centro y damos sin mucho problema con los apartamentos K. El casero es un tipo muy amable que nos da una vuelta por el centro de la ciudad. Los apartamentos están pared con pared con la cárcel, pero qué carcel. Parece un colegio privado. Hay 11 presos. Los meten en este sitio y les dicen que no pueden salir. Cada noche se pasa alguién de la policía a ver si están todos. El año pasado uno se escapó. Abrió la puerta y se fue, y estuvo 3 días fuera hasta que dieron con él. Hay otra cácel, al Sur, con 22 presos. No hay más presos en toda Islandia.

Pasamos también por el parlamento. Es como un palacete que no tiene ni policía ni vigilancia en la puerta. Si quieres abres la puerta y te metes hasta la cocina. Puedes llegar al presidente del gobierno sin problemas. Y al lado de todo esto está la calle principal. Aquí está todo. Te das un paseo de arriba a abajo y te enteras de todo, como en un pueblo. Mañana saldremos y os contamos. Hoy nos hemos quedado a disfrutar de este apartamento tan cuco.

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